7/8/12

Capítulo 4


Estoy viviendo (2)
Empezaba a dolerme la espalda demasiado, y empecé a moverme poco a poco hasta darme cuenta de que me había quedado durmiendo.
-Mierda – dije, levantándome del sofá -. ¿Pero qué me pasa hoy? No paro de dormir.
Me acerqué a la cocina, vi que no eran más de las cuatro y abrí la nevera para comer algo. Las llaves del coche de Tania estaban encima de la encimera. No había ninguna nota, así que supuse que habría llegado tarde y no había tenido tiempo para ducharse ni despertarme.
Calenté en un plato pequeño los macarrones que habían sobrado de la cena de ayer y me los comí todo lo rápido que pude. Tenía que abrir a las cuatro y media y quedaban 25 minutos para llegar tarde.
Me duché en diez minutos, cogí el delantal de la cafetería, las llaves de casa y las del coche de Tania.

-Por los pelos – dijo Irene, lanzándome un guiño. Sabía perfectamente a lo que se refería, así que le tiré un azucarillo a la espalda.
-Anda, cállate – dije riendo -. No quieras saber cuantas horas he dormido hoy, no sé que me pasa.
Irene no era una persona demasiado habladora, por lo que me mandó una medio sonrisa y entró en la cocina.
-Escucha, Ire – le dije un par de horas después. La cafetería estaba casi vacía, ni siquiera Tania había aparecido. Ella giró la cabeza como signo de que me escuchaba -. Antes te he dicho que últimamente duermo mucho. Lo que me extraña es que lo que sueño es demasiado… Lúcido. ¿Sabes? No es un sueño que se repite, ni muchos sueños juntos, es como una continuación. Esta noche he soñado una cosa extraña y, al volver a dormirme después, he seguido soñando lo mismo.
Ella se acercó a mi, curiosa, mientras se mordía el labio inferior. Solía hacerlo cuando algo le resultaba interesante.
-Bueno, te confieso que sólo he soñado dos veces con eso, pero sé que a ti te gusta lo referido a los sueños y…
Me callé porque presentí que iba a decir algo. Irene no es tímida, no es la vergüenza lo que le impide hablar. Ella sólo habla si hay necesidad y, si la interrumpes, lo más posible es que no termines de escuchar nunca lo que estaba diciendo. Por eso me parece tan raro que no esté incómoda trabajando en un sitio en el que no haces más que hablar, aunque nunca la he visto agobiada ni nada así.
-Quizás no es un sueño – dijo Irene, y se quedó callada. Si hubiera sido cualquier otra persona le hubiera preguntado varias cosas, porque me sentía bastante confusa en ese momento, pero sabía que si le preguntaba a Irene, no volvería a hablar. Transcurrieron casi cinco minutos hasta que se decidió a hablar-. Si es tan lúcido como piensas, y es algo que continua a pesar de que te despiertes, igual es un recuerdo. O una premonición, pero hay gente que no cree en esas cosas.
Tenía la impresión de que seguiría hablando, y creo que lo hubiera hecho, pero Tania apareció por la puerta de la cafetería. Estaba cogida a la mano de Mario, y me lanzó un beso antes de sentarse.
-Lo siento, Irene, pero le debo un café a Tania. Seguimos hablando de esto otro día, ¿vale? – ella esbozó su media sonrisa mientras cerraba los ojos, lo que supuse que era un signo de aprobación.
Me quedé quieta un instante y me dirigí hacia la mesa de Tania.
-¿Qué le pongo, madmoiselle? – pregunté, bajando la vista hacia mi libreta.
-¿Tienes limonada? A Mario  y a mi nos apetece algo fresquito – dijo Tania, y empezó a soltar una risita tonta. Se ponía realmente insoportable cuando estaba con ese chico.
-Sí, creo que queda algo. ¿Grande o pequeña?
-Trae una grande, con dos pajitas.
La situación me superaba, pero ella me había prestado el coche, así que les dediqué una sonrisa.
-Bien sûr – dije, y me di la vuelta.

2 comentarios:

May R Ayamonte dijo...

Hola cielo! Me leí lo que llevas de la novela, y es genial. Me ha enganchado, avisame cuando sigas subiendo, vale?
Un beso, te espero:
http://amormasalladelaunicidad.blogspot.com.es/

Dawn dijo...

Hola, soy Irene en persona. No sé cómo lo has hecho pero me has desnudado completamente con ese personaje. ¡Ánimo con el blog!