Estoy viviendo (2)
Empezaba a dolerme la
espalda demasiado, y empecé a moverme poco a poco hasta darme cuenta de que me
había quedado durmiendo.
-Mierda – dije,
levantándome del sofá -. ¿Pero qué me pasa hoy? No paro de dormir.
Me acerqué a la
cocina, vi que no eran más de las cuatro y abrí la nevera para comer algo. Las
llaves del coche de Tania estaban encima de la encimera. No había ninguna nota,
así que supuse que habría llegado tarde y no había tenido tiempo para ducharse
ni despertarme.
Calenté en un plato
pequeño los macarrones que habían sobrado de la cena de ayer y me los comí todo
lo rápido que pude. Tenía que abrir a las cuatro y media y quedaban 25 minutos
para llegar tarde.
Me duché en diez
minutos, cogí el delantal de la cafetería, las llaves de casa y las del coche
de Tania.
-Por los pelos – dijo
Irene, lanzándome un guiño. Sabía perfectamente a lo que se refería, así que le
tiré un azucarillo a la espalda.
-Anda, cállate – dije
riendo -. No quieras saber cuantas horas he dormido hoy, no sé que me pasa.
Irene no era una
persona demasiado habladora, por lo que me mandó una medio sonrisa y entró en
la cocina.
-Escucha, Ire – le
dije un par de horas después. La cafetería estaba casi vacía, ni siquiera Tania
había aparecido. Ella giró la cabeza como signo de que me escuchaba -. Antes te
he dicho que últimamente duermo mucho. Lo que me extraña es que lo que sueño es
demasiado… Lúcido. ¿Sabes? No es un sueño que se repite, ni muchos sueños
juntos, es como una continuación. Esta noche he soñado una cosa extraña y, al
volver a dormirme después, he seguido soñando lo mismo.
Ella se acercó a mi,
curiosa, mientras se mordía el labio inferior. Solía hacerlo cuando algo le
resultaba interesante.
-Bueno, te confieso
que sólo he soñado dos veces con eso, pero sé que a ti te gusta lo referido a
los sueños y…
Me callé porque
presentí que iba a decir algo. Irene no es tímida, no es la vergüenza lo que le
impide hablar. Ella sólo habla si hay necesidad y, si la interrumpes, lo más
posible es que no termines de escuchar nunca lo que estaba diciendo. Por eso me
parece tan raro que no esté incómoda trabajando en un sitio en el que no haces
más que hablar, aunque nunca la he visto agobiada ni nada así.
-Quizás no es un sueño
– dijo Irene, y se quedó callada. Si hubiera sido cualquier otra persona le
hubiera preguntado varias cosas, porque me sentía bastante confusa en ese momento,
pero sabía que si le preguntaba a Irene, no volvería a hablar. Transcurrieron
casi cinco minutos hasta que se decidió a hablar-. Si es tan lúcido como
piensas, y es algo que continua a pesar de que te despiertes, igual es un
recuerdo. O una premonición, pero hay gente que no cree en esas cosas.
Tenía la impresión de
que seguiría hablando, y creo que lo hubiera hecho, pero Tania apareció por la
puerta de la cafetería. Estaba cogida a la mano de Mario, y me lanzó un beso
antes de sentarse.
-Lo siento, Irene,
pero le debo un café a Tania. Seguimos hablando de esto otro día, ¿vale? – ella
esbozó su media sonrisa mientras cerraba los ojos, lo que supuse que era un
signo de aprobación.
Me quedé quieta un
instante y me dirigí hacia la mesa de Tania.
-¿Qué le pongo, madmoiselle? – pregunté, bajando la vista hacia mi
libreta.
-¿Tienes limonada? A
Mario y a mi nos apetece algo
fresquito – dijo Tania, y empezó a soltar una risita tonta. Se ponía realmente
insoportable cuando estaba con ese chico.
-Sí, creo que queda
algo. ¿Grande o pequeña?
-Trae una grande, con
dos pajitas.
La situación me
superaba, pero ella me había prestado el coche, así que les dediqué una
sonrisa.
-Bien sûr – dije, y me di la vuelta.
2 comentarios:
Hola cielo! Me leí lo que llevas de la novela, y es genial. Me ha enganchado, avisame cuando sigas subiendo, vale?
Un beso, te espero:
http://amormasalladelaunicidad.blogspot.com.es/
Hola, soy Irene en persona. No sé cómo lo has hecho pero me has desnudado completamente con ese personaje. ¡Ánimo con el blog!
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